12.26.2013

1974: el primero del interior.

Newell's Campeón Metropolitano 1974

En 1967 se produce la primera gran reforma de los campeonatos de fútbol. El campeonato regular de primera división de la Asociación del Fútbol Argentino -que hasta el momento se disputaba de manera anual- es suplantado por el Torneo Metropolitano, el cual comenzó a disputarse en un formato semestral. Durante el segundo semestre se incorporaron los Torneos Nacionales, competencias de segundo orden co-organizadas por el Consejo Federal de Fútbol[I]. A partir de 1985 se adopta el calendario europeo y en 1986 el Torneo Nacional pasa a ser la segunda división del fútbol argentino, denominándose “Nacional B” (actual Primera B Nacional).

Aquella primera reforma encuentra a Newell’s en un momento de transición. En el Metropolitano ‘70 queda a 2 puntos del Campeón (Independiente) y en el Nacional ’71 alcanza la semifinal, aunque en los años siguientes no logra la regularidad necesaria para pelear por el título. Pero sobre fines de 1972 Jorge Griffa regresa de España para hacerse cargo de las divisiones inferiores. Será el puntapié inicial de una nueva etapa donde el Club se reencontrará con su esencia deportiva, alcanzando la cumbre con el Campeonato 87/88 y con la era Bielsa.


Aquel Metropolitano 1974 lo disputaron 18 equipos, divididos en dos zonas (con clásicos interzonales) a dos ruedas, todos contra todos. Los dos primeros de cada zona clasificaban al cuadrangular final, del cual saldría el Campeón de AFA de ese año. En diciembre del ’73 es designado como DT Juan Carlos “Canción” Montes, quien contaba con la ventaja de conocer al plantel, dado que en los años anteriores había sido una de sus figuras[II]. Newell’s encaró aquella competencia con el objetivo puesto en la pelea por el campeonato, contando con exponentes como Carrasco, Rebottaro, Berta, Zanabria, Obberti o Santamaría. Aunque en las primeras fechas los resultados no acompañaron la ilusión, enseguida llegó la goleada en el clásico (4-2) y a partir de ahí el Rojinegro encaminó el rumbo que lo llevó al primer puesto en su zona. Así, el 25 de mayo de 1974 Newell’s inició su participación en el cuadrangular final, venciendo a Huracán (3-2) en Arroyito. Cuatro días después vencía a Boca (1-0) en el Tomás A. Ducó, para quedar a un paso del título…

Mi mayor orgullo.

Newell’s llegaba al clásico con una luz de ventaja, ya que le alcanzaba con el empate para gritar Campeón. El partido en sí tomó una connotación épica, por el desarrollo y por el resultado. Como si la agonía fuera un condimento imprescindible para darle otro relieve a la consagración, sobre el final del primer tiempo los de Arroyito se ponen en ventaja mediante un penal discutido. Ya en el entretiempo, la presión de muchos hinchas de Newell’s que no habían logrado ingresar al estadio obligó a habilitar una de las plateas altas que aún estaba sin terminar. Desde allí colgaron sus trapos y con su aliento fueron también protagonistas de ese segundo tiempo inolvidable. Reiniciado el partido, los minutos se escurrían como agua entre los dedos. A los 24’ otro gol de tiro libre estira la ventaja a un 0-2 que se perfilaba como irremontable…
    Pero la luz de esperanza llegó sesenta segundos después, cuando la cabeza de Armando Capurro pone a la Lepra a tiro del empate. Los minutos siguientes fueron un partido aparte. Los de Arroyito se replegaron en la cancha y en la tribuna. El periodista Eduardo De Paz evocó aquel momento con claridad: “Recuerdo… que el aliento de las tribunas -la lateral este y la cabecera sur- repletas de hinchas del equipo del Parque Independencia (unos veinte mil espectadores) ‘ayudó’ al conjunto a pasar a dominar el juego y el terreno.”[III]
    Faltaban menos de 10’ cuando Manuel Rosendo Magán -que había ingresado reemplazando a Juan Ramón Rocha- la baja de cabeza para Marito Zanabria. El diez recibe parándola con el pecho afuera del área, la baja para la zurda y de sobrepique conecta un disparo tan furioso como certero. La pelota recorre el trayecto hacia el arco como suspendida en otra dimensión, como si una fuerza extraña la empujara al ángulo para inflar la red del corazón… Lo grita la legión de leprosos que copaba el estadio y el rugido se reproduce en otros miles y miles de hogares que lo seguían por radio. “No podía hacer nada ni Biasutto ni el mejor arquero del mundo…”  sentenció José María Muñoz en su relato, “ni diez arqueros agarran esa pelota” remató el comentarista. Era el gol del campeonato, pero Newell’s iba por más. El Rojinegro buscaba la victoria, mientras los de Arroyito pedían por favor cerrar el partido[iv]. Faltando dos minutos -cuando Newell’s contaba con un peligroso tiro libre a favor- empezaron a caer las bombas de estruendo y el árbitro Dellacasa decide suspender el encuentro. El final desató un festejo cargado de folclore. Un dirigente auriazul había declarado en los días previos que la posible vuelta olímpica de Newell’s en Arroyito era una afrenta que no iban a permitir. Pero los leprosos recogieron el guante. Decenas de hinchas trepaban al alambrado mientras otros abrían pequeños boquetes en el tejido. Hasta que entra en acción el “loco del alicate” y con la noble herramienta abre la válvula al festejo total. Cientos y cientos de hinchas invaden el verde césped para dar la vuelta olímpica, paseando sus trapos y a sus héroes en andas. Luego, la fiesta se trasladará al corazón de la ciudad…
    Newell´s se convierte de ese modo en el primer equipo del interior del país en ganarse el derecho de añadir su chapa de Campeón en la Copa de la AFA. Pero a su vez demostró -contrastando con el nuevo paradigma inaugurado por el Estudiantes de Zubeldía- que el fútbol bien jugado también podía ser exitoso. La Lepra atravesó todo aquel año sin perder como local (un invicto de 24 partidos desde el 18/11/73 hasta el 30/03/75). Carrasco, Pavoni, Zanabria y Rebottaro jugaron los 21 partidos de ese campeonato y el “Mono” Obberti fue el goleador, con 11 tantos. 


Epílogo: aquel 2 de junio, desde el fondo de la historia.

Durante muchos años, sólo quedaron como retratos de aquella hazaña un conjunto de fotos -por cierto muy elocuentes- y el relato de José María Muñoz. Se sabe que el partido fue filmado, e incluso aún circulan imágenes de otros partidos disputados en aquel Metro ’74. Sin embargo, la filmación de aquel partido trascendental pareció “perderse” en el tiempo y en el espacio.
Pero la historia siempre se las ingenia para revivir en el presente. Guillermo Fierro fue un hincha más, como los miles que guardaron en sus retinas aquel momento inolvidable, sólo que el lo atesoró de un modo diferente. Cuando aún no existían las cámaras digitales ni los teléfonos celulares, con su flamante cámara de 8mm traída desde Estados Unidos presenció y filmó todo el partido. Tiempo después Guillermo se instaló en Mendoza y aquel video tuvo que sortear diversas peripecias. En una oportunidad su casa fue asaltada y prácticamente desvalijada. Pero increíblemente, entre las pocas pertenencias que dejaron los ladrones estaba aquel tesoro. Tras el fallecimiento de Guillermo Fierro, el video quedó en un viejo armario, preservado entre otros recuerdos familiares… Finalmente y como un guiño de la historia, reaparece a mediados de 2009 para desvanecer cierta mitología carente de fundamentos. Los goles de Capurro y Zanabria, las tribunas colmadas de leprosos, la hinchada festejando en el césped de Arroyito vuelven desde el fondo de la historia, esta vez para quedarse por siempre…




[i] Entidad que reúne a los clubes indirectamente afiliados a AFA.
[ii] Juan Carlos Montes provino de Chacarita. Debutó en 1969 y totalizó 137 partidos con la rojinegra. En su primera experiencia como entrenador tuvo que dirigir en varias ocasiones -incluida la final- desde la boca del túnel, dado que aún no poseía el carnet de DT.
[iii] Amez De Paz, Eduardo.  La vida por el fútbol. p. 95. Rosario, Ed. del Autor.
[iv] Según el testimonio de Juan Carlos Montes, los jugadores del club de Arroyito le pedían a los de Newell’s que “aflojaran”, ya que con el empate clasificaban ambos a la Copa Libertadores.