
¿Pero cómo era aquel contexto? Imbuidos de un aire de
superioridad, los ingleses que arribaron a estas tierras a mediados del siglo
XIX se instalaron mayoritariamente en Buenos Aires, conformando comunidades
poco proclives a la integración. Aquellos pioneers,
llegaban básicamente con el afán de acumular riquezas en el menor tiempo
posible, para luego regresar a su país natal. De hecho, el Foreing Office recomendaba a los súbditos de la corona británica no
emigrar a la Argentina ,
salvo que fuera para trabajar en cargos jerárquicos (generalmente vinculados al
ferrocarril) o para instalar emprendimientos comerciales (siempre y cuando se
dispusiera de un considerable capital para invertir).
Pero la historia de vida de Isaac Newell no se encuadra en los parámetros del inmigrante inglés
promedio. Isaac llegó como un
aventurero -con apenas 16 años- a tocar la puerta de William Wheelwright, quien
le dio asilo y la posibilidad de continuar sus estudios, trabajando al mismo
tiempo como aprendiz de telegrafista. Isaac
forjó su destino en esta tierra adoptándola como suya. Se instaló, se casó y
tuvo hijos, a quienes bautizó con nombres criollos. Junto a su esposa Anna
Margaret fundaron el Colegio Comercial Anglo Argentino, en noviembre
de 1884. A diferencia del resto de las instituciones
británicas en el país, el Colegio tuvo un perfil de generosa
apertura a la realidad social de una ciudad que crecía al calor de la
diversidad cultural, aportada por la inmigración masiva. Así, los iniciales
apellidos ingleses aprendieron a convivir con tanos, gallegos y criollos,
pateando aquella primera pelota de cuero en los patios del Newell’s School. De esa
convivencia surgió en 1903 la entidad deportiva más grande y popular del
interior del país.
Distinta es la tradición que brota del ferrocarril. El imperio británico que
había intentado sin éxito dos campañas militares en el Río de la Plata optó luego por la
penetración económica, como estrategia de dominación de las ex-colonias
independizadas de España. Como dijera Raúl Scalabribi Ortiz, el ferrocarril
resultó entonces “una inmensa tela de
araña metálica donde está aprisionada la República.” De ese modo, la
Argentina se estructuró política y económicamente como un
país semicolonial, proveedor de materias primas. Esta situación fue
extensamente denunciada por los partidos populares de la época, entre los que
se destacaban la democracia progresista de Lisandro
De La Torre
o el radicalismo del que participaba el propio Claudio Newell.
Como hemos dicho, los ingleses establecieron aquí su
pequeña sociedad con la intención de recrear su modo de vida, pero sin el menor
interés por difundir sus costumbres o su cultura entre la población criolla.
Así surgieron clubes selectos, como el Rosario
Athletic Club o el Central Argentine
Railway A. C. en los que la principal actividad deportiva era el cricket, cuando el fútbol era por entonces apenas un deporte escolar, poco difundido
incluso en la misma Inglaterra.
Pero el año 1905
fue clave. Por iniciativa del presidente rojinegro Víctor Heitz, su funda la Liga
Rosarina de
Football, y el deporte inicia un proceso de popularización que ya no se
detendrá. Algunos clubes británicos como el Central Argentine, subidos a la cresta de la ola, cambian su
nombre, sus colores y su identidad, para adaptarse al nuevo deporte. Otros,
como el Rosario Athletic -tras una
fugaz experiencia futbolística- mantienen sus rasgos de exclusividad.
El tiempo volvió a enfrentar a argentinos e ingleses en
un conflicto bélico. La guerra por las Islas
Malvinas en 1982 dejó profundas heridas sociales y culturales, la principal de
ellas conocida como la “desmalvinización”. La dictadura militar ocultó a los soldados
combatientes, marcándolos con el estigma de la derrota. La frágil democracia que sucedió al proceso
militar continuó con dicha política, despojando a la causa Malvinas de su
contenido nacional, identificándola exclusivamente con la guerra perdida y con
el gobierno genocida de Videla, Galtieri y Cía.
Sin embargo, en el plano de lo social hubo excepciones.
El 21 de setiembre de 1986 el Club Atlético Newell’s Old Boys rindió
homenaje a los héroes de Malvinas en
el viejo estadio del Parque. La ceremonia popular fue agradecida en una emotiva
carta por los veteranos de guerra, que
la destacaron como “el primer acto
de reconocimiento del pueblo rosarino hacia nosotros”. Con el correr del tiempo
otros clubes imitaron el gesto leproso,
pero aún así, en esto también fuimos pioneros.