12.26.2013

Fútbol y colonialismo en el Río de la Plata.

El fútbol -como Romeo y Julieta de Shakespeare o Let it be de los Beatles- es un invento inglés y como tal debe ser analizado en el contexto en el que surge, se consolida y se expande como una pasión popular en nuestro país. En ese sentido, los estudios historiográficos más rigurosos han determinado desde hace ya algún tiempo el verdadero origen del fútbol argentino

Éste se da -al igual que en Gran Bretaña- a partir de los colegios, y no de los clubes ingleses en Argentina (ni mucho menos del ferrocarril). Las dos ciudades más futboleras del país -Rosario y Buenos Aires- ofrecen historias paralelas con asombrosas coincidencias. Alexander Watson Hutton fundando el Buenos Aires High School, e Isaac Newell fundando el Anglo-Argentino son los únicos padres reconocidos del fútbol criollo, en el señero año 1884.

¿Pero cómo era aquel contexto? Imbuidos de un aire de superioridad, los ingleses que arribaron a estas tierras a mediados del siglo XIX se instalaron mayoritariamente en Buenos Aires, conformando comunidades poco proclives a la integración. Aquellos pioneers, llegaban básicamente con el afán de acumular riquezas en el menor tiempo posible, para luego regresar a su país natal. De hecho, el Foreing Office recomendaba a los súbditos de la corona británica no emigrar a la Argentina, salvo que fuera para trabajar en cargos jerárquicos (generalmente vinculados al ferrocarril) o para instalar emprendimientos comerciales (siempre y cuando se dispusiera de un considerable capital para invertir).
    Pero la historia de vida de Isaac Newell no se encuadra en los parámetros del inmigrante inglés promedio. Isaac llegó como un aventurero -con apenas 16 años- a tocar la puerta de William Wheelwright, quien le dio asilo y la posibilidad de continuar sus estudios, trabajando al mismo tiempo como aprendiz de telegrafista. Isaac forjó su destino en esta tierra adoptándola como suya. Se instaló, se casó y tuvo hijos, a quienes bautizó con nombres criollos. Junto a su esposa Anna Margaret fundaron el Colegio Comercial Anglo Argentino, en noviembre de 1884. A diferencia del resto de las instituciones británicas en el país, el Colegio tuvo un perfil de generosa apertura a la realidad social de una ciudad que crecía al calor de la diversidad cultural, aportada por la inmigración masiva. Así, los iniciales apellidos ingleses aprendieron a convivir con tanos, gallegos y criollos, pateando aquella primera pelota de cuero en los patios del Newell’s School. De esa convivencia surgió en 1903 la entidad deportiva más grande y popular del interior del país.
    Distinta es la tradición que brota del ferrocarril. El imperio británico que había intentado sin éxito dos campañas militares en el Río de la Plata optó luego por la penetración económica, como estrategia de dominación de las ex-colonias independizadas de España. Como dijera Raúl Scalabribi Ortiz, el ferrocarril resultó entonces “una inmensa tela de araña metálica donde está aprisionada la República.” De ese modo, la Argentina se estructuró política y económicamente como un país semicolonial, proveedor de materias primas. Esta situación fue extensamente denunciada por los partidos populares de la época, entre los que se destacaban la democracia progresista de Lisandro De La Torre o el radicalismo del que participaba el propio Claudio Newell.
    Como hemos dicho, los ingleses establecieron aquí su pequeña sociedad con la intención de recrear su modo de vida, pero sin el menor interés por difundir sus costumbres o su cultura entre la población criolla. Así surgieron clubes selectos, como el Rosario Athletic Club o el Central Argentine Railway A. C. en los que la principal actividad deportiva era el cricket, cuando el fútbol era por entonces apenas un deporte escolar, poco difundido incluso en la misma Inglaterra.
    Pero el año 1905 fue clave. Por iniciativa del presidente rojinegro Víctor Heitz, su funda la Liga Rosarina de Football, y el deporte inicia un proceso de popularización que ya no se detendrá. Algunos clubes británicos como el Central Argentine, subidos a la cresta de la ola, cambian su nombre, sus colores y su identidad, para adaptarse al nuevo deporte. Otros, como el Rosario Athletic -tras una fugaz experiencia futbolística- mantienen sus rasgos de exclusividad.
    El tiempo volvió a enfrentar a argentinos e ingleses en un conflicto bélico. La guerra por las Islas Malvinas en 1982 dejó profundas heridas sociales y culturales, la principal de ellas conocida como la “desmalvinización”. La dictadura militar ocultó a los soldados combatientes, marcándolos con el estigma de la derrota. La frágil democracia que sucedió al proceso militar continuó con dicha política, despojando a la causa Malvinas de su contenido nacional, identificándola exclusivamente con la guerra perdida y con el gobierno genocida de Videla, Galtieri y Cía.
    Sin embargo, en el plano de lo social hubo excepciones. El 21 de setiembre de 1986 el Club Atlético Newell’s Old Boys rindió homenaje a los héroes de Malvinas en el viejo estadio del Parque. La ceremonia popular fue agradecida en una emotiva carta por los veteranos de guerra, que la destacaron como el primer acto de reconocimiento del pueblo rosarino hacia nosotros”. Con el correr del tiempo otros clubes imitaron el gesto leproso, pero aún así, en esto también fuimos pioneros.