1.28.2019

Nelo, un Newell campeón rescatado del olvido.


Lionel "Nelo" Newell
La historia de la familia Newell apasiona. Bastante sabemos de Isaac, educador y pionero del fútbol sudamericano y de su hijo Claudio, fundador de Newell’s Old Boys y eminente deportista, abogado y político. Pero no tan conocida es la historia de Lionel Walther. Como buen hermano menor, “Nelo” siguió los pasos de Claudio en sus aventuras futbolísticas. Con apenas 13 años y un físico esmirriado -que contrastaba con el imponente porte de Claudio- Lionel se ganó un lugar en el equipo representativo del Colegio Comercial Anglo Argentino[1]. Las crónicas de la época lo recuerdan como un ágil jugador, tal vez inusual para un fútbol donde aún prevalecía el roce físico y el choque en la disputa del balón, habida cuenta del origen en común con el rugby. Posteriormente, Nelo formó parte del equipo de Newell’s Old Boys campeón de la Copa Pinasco en 1906, en la que disputó varios partidos[2] junto a su hermano Claudio y glorias como Manuel Paulino González, José “Pinoto” Viale y Faustino González.

Nelo, el tercero desde la izquierda, en el
Combinado Rosarino. Foto: nobhomenaje.blogspot.com.ar
En 1908 Nelo enfermó gravemente y tal vez como último recurso para buscar la cura a su padecimiento, decidió emigrar a Inglaterra. La asistencia médica recibida no dio los resultados esperados y finalmente Lionel falleció en noviembre. En Rosario, la familia Newell recibió la triste noticia, confirmada con la foto de una tumba en la que en el idioma de Shakespeare se desatacaba un proverbio bíblico: “Yo amo a los que me aman, y quienes me buscan temprano en la mañana, me encuentran”.
Nelo -junto a su padre, su hermano y otros ex alumnos del Colegio- fue protagonista de la historia iniciática de Newell’s Old Boys. Pero el capítulo final de su biografía se había perdido en el tiempo…
¿Cómo reconstruir esa historia? ¿Cómo ubicar al menos el destino de uno de los dos Newell que llegó a vestir la gloriosa rojinegra en partidos oficiales?
Tras una intensa investigación, obtuvimos un dato: la iglesia de St. Cuthbert, en Wells (condado de Somerset, cerca de Bristol), figuraba como la morada final de Nelo. Evidentemente, no había sido Strood el destino elegido, como podríamos pensar de antemano. La familia Newell en Inglaterra había tomado distintos rumbos y un hermano de Isaac residía hacía tiempo en Bristol, donde trabajaba en la aduana. Cerca de allí, en el mencionado poblado de Wells, se instaló Nelo. Hacia allí fuimos, para intentar rescatar del olvido a este Newell campeón.
La búsqueda no fue sencilla. Como si se tratara de un libro de la serie juvenil Elige tu propia aventura, los primeros datos nos condujeron a un fiasco: en St. Cuthbert, no quedaban rastros de cementerio alguno. La imponente catedral de Wells se presentaba como una posible alternativa y nos dirigimos hacia allá con más esperanzas que certezas. Era bastante temprano aún, por lo que el sitio (punto turístico por excelencia del poblado) estaba desierto. Las puertas de apertura automática, sin embargo, invitaban a pasar. Nos adentramos en la catedral vacía, hasta lograr ingresar a un patio interno en el que relucían un conjunto de tumbas bien conservadas. Revisamos una por una, pero ninguna era la que buscábamos. Casi al salir, nos intercepta una adorable señora de cachetes rosados y voz chillona, que lejos de mostrar hostilidad ante nuestra intrusa presencia, se entusiasmó con la historia. Nos condujo a una oficina donde el párroco nos recibió con amabilidad, pero sin datos que pudieran orientar nuestra búsqueda.
Vagando por las estrechas calles de Wells, optamos por desayunar en un pequeño bar familiar. Té con torta, fue la elección obligada y a la vez la excusa del mozo para iniciar una conversación. Al explicarle el motivo de nuestra presencia, ofreció un dato que hizo renacer las esperanzas: el cementerio de Portway, distante a unos 15 minutos. “Allí hay tumbas muy antiguas”, aseguró.
Al llegar al lugar vimos que era bastante grande: cuatro sectores de tumbas, lápidas y cruces, las cuales fuimos revisando una por una. No hubo caso. Ninguna pertenecía a Nelo. Mientras buscábamos, vimos ingresar un auto que se estacionó frente a lo que parecía ser una oficina administrativa. Era tal vez nuestro último recurso. Golpeamos la puerta y Mark, un hombre de unos cincuenta años, con un cordial gesto nos recibió. Una mezcla de sorpresa y entusiasmo le iluminó el rostro cuando le explicamos el porqué de nuestra visita. Enseguida abrió un antiguo archivo del cual extrajo un tomo. Ubicamos la fecha, 9 de noviembre de 1908. Su dedo índice bajó renglón por renglón hasta dar con el nombre de Lionel Newell. Pero ningún otro dato complementaba el registro. “Si figura en el archivo, tiene que estar acá”, aseguró Mark. Un nuevo libro nos condujo al código esperado: 6B13, la parcela ubicada en un sector del cementerio reservado para personas de escasos recursos. El plano del predio nos indicó el lugar exacto donde debería estar la tumba, y hacia allá fuimos. Casi escondida detrás de un enorme arbusto, ya sobre el límite del lugar, asomaba la última cruz que había pasado desapercibida en nuestra búsqueda inicial. Deteriorada por el paso del tiempo, pero con un perenne destello de gloria, la cruz nos trajo el recuerdo de aquel pionero, rescatado hoy del olvido e incorporado a la memoria histórica de la institución.










[1] Los partidos registrados incluyen duelos ante el Central-Argentine Railway A. C., en los que los alumnos de Isaac comenzaban ya a mostrar supremacía. En 1904, Nelo participó como invitado en el equipo de Rosario Athletic (Plaza Jewell), que se consagró campeón de la Copa Competencia ante el CURCC (actual Peñarol).
[2] Entre ellos, la goleada por 6 a 0 en el clásico y la final ante Argentino (actual Gimnasia y Esgrima).